Perquè no un blog?

I perquè no un blog?

Redacto fulls i més fulls cada dia a la meva feina, però cap d’aquests escrits expressa les meves càvil·les, els meus somnis, anhels o vivències.

En cap d’ells deixo empremta del meu pas per la vida, ni reflecteixen com o qui sóc.

Així doncs m’he preguntat, perquè no escric un blog?

Ha de ser el meu racó de la calma, el refugi de la meva ment, el calaix dels mals endressos per les meves idees.

Ho enceto sense cap intenció d’arribar a ningú, només per tal d’apaivagar un neguit personal i començar el que pot ésser un diari de reculls, la bitàcora del meu passeig per la vida.

20/2/16

Verlo más claro.

A pesar de que la luz irradiada por la lamparita del escritorio era más que suficiente, su presbicia incipiente le impedía ver con nitidez el texto que tenía en pantalla.

Friccionó con suavidad sus ojos con los párpados cerrados, en un intento vano de descansar la vista, a la vez que chasqueó la lengua en un acto que denotaba fastidio y resignación a partes iguales.

Cediendo a la evidencia de la pérdida de visión por efecto de la edad, terminó por acomodarse sus nuevas gafas, a las que todavía no se había acostumbrado y que se resistía a usar de continuo.

Se acercaba a los cuarenta y tres con paso ligero y el deterioro de la vista era una confirmación más, del desgaste de un cuerpo ajado al que debía dedicar cada vez más mimos y atenciones, si quería conservarlo en un funcionamiento aceptable.

Su mente y su alma, sin embargo, parecían progresar adecuadamente y con el paso de los años tenía la sensación de que mejoraban a un ritmo constante.

Veía una relación inversamente proporcional entre el cuerpo y el espíritu: cuánto más se estropeaba el uno, tanto más mejoraba el otro.

Así, mientras su vista presentaba los objetos cada vez con menos nitidez y definición, su mente le ofrecía una visión más amplia de las situaciones que la vida le ponía en el camino.

De adolescente, cada situación tenía sólo dos opciones: era blanco o era negro. Una vez definidas se decantaba por una de ellas, y la defendía ferozmente.

A los cuarenta aprendió a fijarse sólo en las opciones que sumaban, las que le aportaban algo positivo a su vida, descartando todo aquello que resta.

Ahora, a los cuarenta y tres, descubre que hasta de las que restan, se pueden sacar cosas positivas.

Ya nada es blanco o negro, sino que cada vez es capaz de ver en las situaciones, más y más tonos de gris, matices que antes no distinguía por un exceso de contraste.

Ver y aprender a fijarse en estos matices le permite evaluar los conflictos de una forma más serena, con un mayor respeto y tolerancia hacia los distintos puntos de vista, de las diferentes partes implicadas, con un enfoque a mayor distancia y mucha menos radicalidad.

Sin duda no compensa el uso de las gafas, lo que le hace chasquear de nuevo la lengua, ahora si, en clara señal de fastidio, pero puede afirmar que la edad le permite, ... verlo más claro.

Igualada, a 20 de febrero de 2016.

A quién trate de entenderme sin conseguirlo le digo - "no es cosa tuya, es que soy raro".