Perquè no un blog?

I perquè no un blog?

Redacto fulls i més fulls cada dia a la meva feina, però cap d’aquests escrits expressa les meves càvil·les, els meus somnis, anhels o vivències.

En cap d’ells deixo empremta del meu pas per la vida, ni reflecteixen com o qui sóc.

Així doncs m’he preguntat, perquè no escric un blog?

Ha de ser el meu racó de la calma, el refugi de la meva ment, el calaix dels mals endressos per les meves idees.

Ho enceto sense cap intenció d’arribar a ningú, només per tal d’apaivagar un neguit personal i començar el que pot ésser un diari de reculls, la bitàcora del meu passeig per la vida.

16/8/15

Los elegidos.

Jubilado desde hace siete años, José agitaba lentamente la cucharilla en el café con leche sentado en la terraza de El Principal, el casal de la pequeña población de interior dónde había decido retirarse a descansar después de 50 años de trabajo continuado.

Cada mañana en la misma mesa, Alfonso le servía la bebida y una tostada con aceite y sal, acompañado todo ello con la prensa local y un: - buenos días, que tal nos hemos levantado hoy, al que José ya no contestaba, harto de gastar saliva en frases sin sentido cuyo único propósito es la cortesía.

La jornada se iniciaba por tanto con la misma rutina que los últimos dos mil quinientos días.

Una noticia del periódico le llamó la atención por encima de las demás.

Era un artículo breve, refundido periódicamente, que ya había leído en otras ediciones a lo largo de su vida.

Un estudio “reciente” afirmaba que el 90% de la riqueza del planeta era gestionado por el 1% de la población.

Pensó que seguramente se podría haber hecho ese estudio a lo largo de toda la historia de la humanidad y el resultado habría sido el mismo.

Con independencia de si se hubiera realizado en la época del Imperio Romano, de la Edad Media o de la Revolución Industrial.

El artículo iba un poco más allá, no demasiado a decir verdad, y ponía nombre y apellido a los gestores de la riqueza, señalando a los laboratorios farmacéuticos, la banca y las aseguradoras, como el tridente que formaba la punta de la pirámide.

Por debajo, la masa de prole quemaba su vida subsistiendo como podía.

Considerando que el café con leche ya estaba suficientemente mareado, cesó su agitación y, levantando la vista hacia el valle que se abría bajo la terraza, sorbió el líquido.

Pensó que a pesar de haber leído esa misma noticia en varias ocasiones a lo largo de su vida, no se había percatado que quizá ese 1 % de la población necesita irremediablemente que el resto de la masa social seamos, para conseguir sus objetivos, borregos guiados por pastores sumisos.

Desde la infancia esta sociedad nos guía para que todos estemos dentro de una media gris, acotada por las estadísticas.

Si un niño tiende a no seguir el ritmo del resto, la profesora nos cita y nos dice que debemos contratar un refuerzo en matemáticas.

Si un adolescente es extremadamente sensible o dado a soñar despierto, nos dicen que es excéntrico y nos animan a que lo reconduzcamos para que retorne al redil.

Si un test psicotécnico descubre que un adulto tiene los valores de afectotimia desviados, nos empujan a terapias que tienen con objetivo que volvamos a estar dentro de los márgenes comunes y normales para el conjunto de la sociedad.

Los jóvenes quieren integrarse a toda costa en una mal nombrada normalidad, siguiendo las directrices de la moda, evitando que les llamen bichos raros y fijándose como modelos los estereotipos que aparecen por televisión.

Nos están induciendo desde que nacemos a que no destaquemos, a que no nos desviemos en nada respecto al 99% de la población, nos influyen para que nos asemejemos al resto y nos mantengamos dentro de una media estadística.

Sin embargo, al final de tu vida, sin tiempo para modificar conductas, lees un triste artículo que te pasó desapercibido mil veces y te das cuenta de que es el 1% que se aleja de la media, quién gobierna el mundo, quién parte la pana en la economía, en el deporte de alto nivel, en la política, en el arte, en …

El café con leche, frío ya, se torna amargo a pesar del azúcar disuelto.

Sabiendo que es tarde para él, inmerso en la mediocridad impuesta, paga la cuenta y se retira a esperar a los nietos, a los que tratará de convencer (sin éxito por supuesto) de que sean diferentes, de que rompan estadísticas, soñando con que lleguen a formar parte del 1% de los elegidos.


Igualada, a 22 de marzo de 2015.


A mi hija Gal·la, a la que mis consejos llegan siempre tarde

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